28 nov 2009

Cómo hemos cambiado

El título de la canción de Presuntos Implicados es el guante de ajuste perfecto a la mano de esta reflexión: ¡cómo hemos cambiado! O no, quizá, símplemente, sea una circunstancia más, un ladrillo en la colosal construcción que es el universo, que somos nosotros.

Me refiero a Internet, la red de redes que nos enreda, nos atrapa. Hilo a hilo fabrica su telaraña que se extiende como la materia y la energía oscura y visible del big bang. Nos lleva lejos y nos trae lo que le pedimos. Nos hace reír y llorar. Es para muchos, cada vez más, el único amigo, el que le escucha, al que le habla, su confidente. Nos acompaña, también nos enseña, dotándonos de unos ojos de alquiler que ven lo más pequeño y lo más grande. Nos entretiene. Nos desvela los ocultos misterios que siempre deseamos conocer. No lleva más que un instante entre nosotros y ya es imprescindible.

A cambio, sólo pide tiempo, nuestro tiempo. Y, como es voraz, cada vez pide más y más, pero no nos importa, no somos conscientes de que es insaciable, tampoco de que el tiempo es nuestro único tesoro y éste sí tiene fin. No es malo ni bueno y es las dos cosas, pero le confiamos nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestros miedos y alegrías; se va apoderando de nuestra humana forma de ser, la de mirarnos a los ojos sin pantallas intermedias.

Los que hemos atravesado hacia el tercer milenio podemos apreciarlo, somos testigos directos de este vertiginoso cambio. Nunca en la historia de este planeta un ser humano ha podido ver tal aceleración. Hemos superado la velocidad tranquila de la naturaleza y esto puede llevarnos contra un muro, pero también puede que nos lleve a nuestro destino. Esperemos que sea así, de todas formas no parece que haya freno ni marcha atrás.

Le pregunto a Internet cómo serán las futuras generaciones, pero eso... no me lo quiere decir. Será que no tengo saldo suficiente en su contador de tiempo.