1 dic 2009

Un placer




No podía creerlo, mi maestro en 5º de EGB me felicitó delante de toda la clase. Sería el año 1970.

- Muy bien, has cantado muy bien, tendrás una buena nota.

Después se explayó:

- Esta canción está basada en la mayor composición del gran Beethoven, su Novena Sinfonía, obra cumbre y bla, bla, bla.

Yo continuaba de pie, junto a su mesa, frente al resto de mis compañeros. A mi espalda el encerado, la cruz y la foto, lo normal... No acababa de comprender qué estaba pasando. Por momentos pensé que aquello tenía retranca, ese mismo curso había probado la contundencia de su cilíndrico "antialboroto" de madera, vamos, un palo, y por supuesto en la cabeza -para no cojear, decían- Creo que fue por mirar demasiado tiempo por la ventana para ver un eclipse. Nunca le guardé rencor por ello, fue mi maestro preferido y estábamos acostumbrados a cosas peores. Siempre temí aquellos tirones de patilla que levantaban al alumno de su asiento, práctica habitual de otros docentes.

Pero, ¡si sólo he cantado el principio de una canción de un tal Miguel Ríos que últimamente sonaba a menudo en el transistor Lavis que mi hermana siempre escuchaba mientras zurcía medias!, mascullaba yo.

-Vuelve a tu pupitre, ¡el siguiente!

Así que le ha gustado, pensé. Entonces, ¡es que la música le gusta a más gente! Parece de Perogrullo, pero para mí fue todo un descubrimiento. Claro que había cantado villancicos en Nochebuena, pero poco más. Por cierto que, cuando no recibíamos el aguinaldo, solíamos despedirnos con la bonita  frase de: "ojalá se le seque la tripa del cagalá", muy poética ella.

El caso es que le debo a Don Elías mi primer acercamiento al mundo musical. Luego vinieron mis primeras armónicas y, algo más tarde, la guitarra. No pasé de ser un mediocre instrumentista, quizá ni eso, ni siquiera estudié solfeo, pero descubrí cómo la música me llevaba a otros mundos sin salir de este. Las décadas de los 60, 70 y 80 fueron ricas, muy ricas, musicalmente hablando. En aquel radio transistor seguían sonando grupos españoles como Los Pekenikes, Los Diablos, Los Bravos, Fórmula V, Juan y Junior, Los Módulos; solistas como el mismo Miguel Ríos, Jeanette, Víctor Manuel, Nino Bravo. Franceses e italianos solían completar aquellos espacios radiofónicos. Y qué decir de The Beatles y todo lo que empezaba a llegar de fuera. Hacían que el tiempo se detuviera, cada canción era una historia vivida o deseada, pero, por encima de todo era placer, momentos únicos, aunque las oyeras mil veces cada una.

Para el alumno de Don Elías, muchos de los mejores llegaron con el tocadiscos, el rizo se rizaba: Alameda, Triana, Asfalto, Tequila, Lole y Manuel, Mecano, por citar algunos. Pero también de fuera llegaron más magos, enormes creadores de placer, se rozaba el éxtasis con Pink Floyd, Yes, Bob Dylan, Rolling Stones, Deep Purple, Eric Clapton, Lou Reed, Credence, Simon & Garfunkel, Jimi Hendrix, Janis Joplin... Cada uno tiene sus gustos y todos son igual de buenos, todos los que te hagan sentir, sí, sentir. Se puede oír musica de fondo, y se puede sentir música.

Y no, no me olvido de ella, de la mejor. Con el permiso del Sr. Sinatra, LA VOZ para mí está en otra garganta a una nariz pegada: